Charla

 

 


 

por Harold Courlander y George Herzog

En una localidad no lejos de Acra, en el golfo de Guinea, un campesino fue un día a su huerto para recoger unas patatas y llevarlas al mercado. Mientras estaba cavando, una de las patatas le dijo:

—¡Vaya, por fin has llegado! Nunca te habías preocupado por mí y ahora vienes a molestarme con tu azada. ¡Vete y déjame en paz!

El campesino se volvió con asombro hacia la vaca. La vaca estaba rumiando y le miraba.

—¿Has dicho algo? —le preguntó aquél.

—No ha sido la vaca la que ha hablado —dijo el perro—. Fue la patata. La patata dice que la dejes en paz.

El hombre se enfadó porque el perro nunca había hablado antes y, además, no le gustaba su tono de voz. Cogió el cuchillo y cortó una rama de una palmera para castigar al perro. La palmera dijo:

—¡Deja esta rama!

El hombre comenzó a preocuparse por lo que estaba pasando, e iba a dejar la rama de la palmera, pero la rama dijo:

—¡Hombre, déjame caer despacio!

Dejó la rama suavemente sobre una piedra y la piedra dijo:

—¡Eh, tú, quítame esto de encima!

Era demasiado. El hombre comenzó a correr hacia el pueblo. En el camino se encontró con un pescador que llevaba un anzuelo.

—¿Por qué tanta prisa? —preguntó el pescador.

—Mi patata me dijo: «Déjame en paz». Después el perro dijo: «¡Mira lo que dice la patata!» Cuando iba a azotar al perro con una rama de palmera, el árbol dijo: «¡Deja esta rama!» Entonces la rama añadió: «¡Déjame caer poco a poco!» Por último la piedra dijo: «¡Quítame esto de encima!»

—¿Eso es todo? —preguntó el hombre del anzuelo— ¿Eso te asusta tanto?

—Y bien —preguntó el anzuelo que llevaba el pescador—, ¿la sacaste de la piedra?

—¡Ooohh! —gritó el pescador. Tiró el anzuelo y comenzó a correr con el campesino. En el camino encontraron a un tejedor que llevaba un rollo de tela en la cabeza.

—¿•Adonde vais con tanta prisa? —les preguntó.

—Mi patata dijo: «¡Déjame en paz!», —respondió el campesino—. El perro dijo: «¡Mira lo que dice la patata!» El árbol dijo: «¡Deja esta rama!» La rama dijo: «¡Déjame caer poco a poco!» Y la piedra dijo: «¡Quítame esto de encima!»

—Y después —continuó el pescador—, el anzuelo dijo: «¿La sacaste de la piedra?»

—No hay razón para ponerse nerviosos —opinó el tejedor—. No hay razón.

—¡Oh, claro que la hay! —dijo el rollo de tela—. Si te hubiera pasado a tí también correrías.


—¡Ohhhh! —gritó el tejedor. Arrojó su rollo en medio del camino y comenzó a correr con los otros.

Llegaron a la corriente de un río y vieron a un hombre que se bañaba.

—¿Estáis cazando una gacela? —les preguntó.

El primer hombre dijo, casi sin respiración:

-Mi patata me habló y dijo: «¡Déjame en paz!» Y mi perro dijo: «Escucha a tu patata» Y cuando corté una rama del árbol, éste dijo: «¡Deja esta rama!» Y la rama dijo: «¡Hazlo con cuidado, poco a poco!» Y la piedra dijo: «¡Quítame esto de encima!»

—Y mi anzuelo dijo: «¿Lo hizo?»

—Y mi rollo de tela dijo: «Tú también correrías».

—¿Y por eso estáis corriendo? —preguntó el hombre del río.

—Bueno, tú también correrías si te sucediera —dijo el río.

El hombre salió precipitadamente del agua y comenzó a correr con los otros.

Corrieron por la calle mayor del poblado hasta la tienda del jefe.

Los criados del jefe sacaron el taburete y éste salió y se sentó para escuchar a los recién llegados. Ellos comenzaron, pues, a recitar sus apuros.

—Fui a mi huerto a sacar unas patatas —dijo el granjero, agitando sus brazos— y entonces, ¡todo comenzó a hablar! Mi patata dijo: «¡Déjame en paz!» Mi perro dijo: «¡Escucha a tu patata!» El árbol dijo: «¡Deja esta rama!» La rama dijo: «¡Hazlo poco a poco!» Y la piedra dijo: «¡Quítame esto de encima!»

—Y mi anzuelo dijo: «¿Bueno, lo hizo?» —agregó el pescador.

—Y mi rollo de tela dijo: «Tú también correrías» —añadió el tejedor.

—Y el río dijo lo mismo —concluyó el hombre que se estaba bañando, con los ojos desorbitados por el espanto.

El jefe los escuchó con paciencia, pero los regañó.

—Es realmente un historia extraña —dijo por último—. Mejor será que volváis al trabajo antes de que os castigue por perturbar la paz.

Los hombres se alejaron y el jefe de la tribu, meneando la cabeza, comentó para sí: «¡Que una cosa como ésta alborote la comunidad…!»

—Fantástico, ¿verdad? —dijo el taburete-. ¡Imagínate, una patata que habla!


 

 

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maria jose

es extraño pero lo recomiendo

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