Cerca o lejos

por Czeslaw Janczarski Ilustraciones de Olga Siemaszko

Celka vivía con su abuela en una casa a la salida del pueblo. Sólo había campos detrás de las casas y, detrás de los campos, una franja azul de árboles.

Para llegar al centro del pueblo donde están la tienda y el puesto de bomberos tenía que pasar por detrás del granero que gotea, atravesar un campo de coles, dar la vuelta al pozo que chirría, seguir el borde del prado hasta el estanque lleno de patos, cruzar un puente y después torcer a la izquierda, detrás de unas colmenas. Sólo así se llegaba a la tienda y el cuartel de bomberos.

A Celka no le gustaba mucho que la abuela la mandara a la tienda. Siempre inventaba alguna excusa cuando necesitaban sal, azúcar o jabón. Y la abuela, quieras o no, tenía que ir ella misma a la tienda.

Aquel día la abuela estaba muy cansada. Tenía todavía mucho que hacer y no había sal en casa.

—Celka, ve a la tienda y compra sal. ¡No tenemos ni una pizca!

—¡Oh, abuela, está muy lejos! —se quejó la niña—. He de pasar por detrás del granero que gotea, dar la vuelta al pozo de agua que chirría, seguir el borde del prado hasta el estanque de los patos, cruzar el puente y después torcer

a la izquierda, detrás de las colmenas. ¡Está muy lejos, abuela! Nunca conseguiré llegar, me duelen los pies.

—Muy bien, ¿qué podemos hacer entonces? —preguntó la abuela— Si no vas, me parece que cenaremos sin sal.

Quizá Celka no hubiera ido aquel día a la tienda si el perro no hubiera ladrado y mordido su delantal. Posiblemente estaba enfadado porque no quería jugar con él. O le daba prisa para que le llevara de paseo.

Celka arrastró los pies. El pozo de agua chirrió. Atravesó después el campo de coles y el prado. Miró tristemente su sombra. Después de andar más de un kilómetro, se paró en el puente para ver la corriente que pasaba por de-

 

bajo y el cielo en lo alto. Pasear no era la distracción favorita de Celka.

Zuczek, el perro, le había seguido. Saltó y aulló alegremente cuando la alcanzó.

—¿Por qué estás tan contento, perro tonto? Seguro que no te duelen los pies tanto como a mí.

Celka llegó finalmente a la tienda y compró la sal. De vuelta a casa, se encontró con tres niñas, Basia, Kasia y Sabinka.

—Sabes, Celka, esta noche hay cine en el cuartel de bomberos. Ahora están ya poniendo los bancos. Todo el mundo puede ir a ver la película.

—¿Yo también? —preguntó Celka.

-Claro, tú también. Pero debes ir en seguida. La Película va a comenzar pronto.

Sin decir siquiera adiós a las niñas, Celka corrió a casa. Zuczek salió detrás de ella, aullando con fuerza.

—Aquí está la sal, abuela —dijo la niña casi sin respiración. Después, rápidamente añadió: —Déjame ir al pueblo otra vez. Van a dar una película en el cuartel de bomberos esta tarde.

—¿De veras —dijo la abuela— ya no te duelen los pies? El cuartel de bomberos está al lado de la tienda, y esto está muy lejos.

—Pero, ¿qué dices, abuela? —protestó Celka—. Si está cerca. Sólo he de pasar por detrás del granero que gotea, atravesar el campo de coles y el pozo que chirría, seguir el borde del prado hasta el estanque de los patos, cruzar el puente y después torcer a la izquierda, detrás de unas colmenas. No está nada lejos.

—Muy bien, puedes ir —dijo la abuela.

Celka salió de la casa seguida de Mruczek, el gato. Mruczek era muy perezoso. Le gustaba tumbarse al sol o sentarse junto a la estufa. Por esto, Celka se preguntó por qué quería ir a pasear así, de repente.

—Mruczek, vamos, ¡date prisa! ¿O quizá te duelen los pies?

El gato miró el sendero, se dirigió a la puerta, se curvó sobre sí mismo y se durmió. Mientras Celka corría hacia el pueblo. Corría tan deprisa que se golpeaba los talones y le volaban las trenzas.

En un momento pasó el granero y atravesó el campo de coles. El pozo chirrió y la niña contestó cantando. Siguió el borde del prado hasta el estanque de los patos, cruzó el puente y después giró a la izquierda y se fue por detrás de las colmenas.

Cuando Celka llegó, Basia, Kasia y Sabinka tenían ya sitio en los bancos del cuartel de bomberos. La película estaba a punto de comenzar.

Cuando terminó, Celka volvió a casa y dijo:

—¿Sabes qué pienso, abuela?

—Que quieres ver otra vez la película —dijo la abuela.

—No, no pensaba esto. Me preguntaba si el cuartel de bomberos y la tienda están cerca o lejos de nuestra casa.

-Sí, claro —dijo la abuela—, ¿están lejos o están cerca? ¿Qué decides?

Celka pensó un ratito. Después dijo:

—Zuczek me siguió a la tienda. Corrió, ladró y saltó. Quería ir a la tienda conmigo. Mruczek sólo llegó hasta la puerta y luego maulló y se quedó dormido. Para Zuczek era un paseo corto, pero para Mruczek el camino era demasiado largo. ¿Para mí? A veces es corto, a veces largo.

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Patryk

Wow!yo vivo en Polonia!

Linda Estacio

Uno de los mejores cuentos con mucho que aprender

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