Después del invierno

por Siavoosh Kasrai Ilustraciones de Hooshang Maleknia

El invierno estaba terminando. Pronto los niños tendrían ropas nuevas para el festival de Norooz, el primer día de primavera y el Año Nuevo en el Irán. Durante doce días se celebrarían fiestas, juegos y recreos. No era raro que los niños esperaran ansiosamente la llegada del Tío Año Nuevo, el anciano cuya visita señala el comienzo de la nueva estación.

—¡Aquí está el Tío Año Nuevo! —gritó un niño.

Pronto el anciano se vio rodeado de niños de todas las edades. Comenzaron a reír y llevaron al anciano con ellos a la plaza del pueblo.

—Un cuento, Tío Año Nuevo —dijo uno de los niños.

—Sí, cuéntanos uno, por favor —añadió otro.

—¡Ah, un cuento! —murmuró el anciano sonriendo. Todos asintieron con la cabeza.

—¿Qué clase de cuento os gustaría escuchar?

—Un cuento de primavera —gritó alguien.

Todos los niños aplaudieron aprobando y dijeron: —Sí, Tío Año Nuevo, ¡un cuento de primavera, un cuento de primavera!

El Tío Año Nuevo, que nunca les negaba nada, se sentó sobre un tronco de árbol, respiró aire fresco y comenzó a narrar un cuento.

«Recuerdo, hace muchos, muchos años, cuando vuestros padres eran niños, o incluso antes de que nacieran, que un año ocurrió algo extraño. El invierno había terminado en nuestro pueblo, pero, por mucho que esperamos, la primavera no llegaba. Mañana tras mañana, los gallos cantaban en los corrales, pero la primavera no llegaba.

«La rosa roja estaba afligida porque no podía salir del capullo para mostrar su precioso vestido a todo el mundo. Los torrentes no podían correr por los valles, susurrando

sus canciones. Las montañas querían despojarse de sus capas de nieve, pero no podían.

«Las vacas con sus temeros, las ovejas con sus corderos y las cabras con sus cabritos pequeños esperaban en los corrales llenos y oscuros a que los tréboles brotasen para poder pacer en los prados. La gente salía a las ventanas buscando en el cielo el rastro de las golondrinas que traen el anuncio de la primavera, pero no había señales de ellas.

«E1 más triste de todos era Omid Alí. Él, más que los otros del pueblo, estaba siempre atento a la llegada de la primavera. Lo único que deseaba era llevar su rebaño a los pastos y con las notas de su flauta de siete agujeros hacer que florecieran los rojos tulipanes que crecían entre las rocas de los valles.

«Un día Omid Alí se cansó del invierno. Se levantó y después de vestirse tomó un jarro de agua de rosas que había en la ventana y se fue con él a las montañas.

«Comenzó su largo viaje por la noche. La flauta le colgaba del cuello mientras subía al Demavend, la montaña más alta que domina todos los pueblos.

«Una sola vez se detuvo a descansar en el camino, para ver salir el mortecino sol invernal. Fue entonces cuando oyó a lo lejos la triste voz del gallo, invocando a los vientos para que devolvieran la primavera al pueblo.

«E1 camino se hizo más difícil y la marcha más lenta a medida que el pequeño pastor se acercaba a la cumbre de la montaña. Pero siguió adelante, sosteniendo muy fuerte el jarro para evitar que su mágico contenido se derramara. Muy tarde, en el silencioso anochecer, llegó a la cima de la montaña.

«Podía haberse detenido a descansar, pero sabía que cada minuto contaba. Con el jarro en las manos, llamó a los Cuatro Vientos que danzaban a su alrededor y le miraban suspicazmente. Entonces vertió el agua de rosas al aire y dijo a los vientos: —Id a las montañas y buscad bien. Quizá encontréis la primera golondrina de la primavera. Decidle que es muy tarde.

«Los vientos, reforzados por la esencia del agua de rosas, alegres y felices, comenzaron a moverse, apartando las nubes del cielo en su marcha.

«Se fueron y durante un tiempo nada se supo de ellos.

«Todo estaba otra vez en calma. Las montañas, los árboles y la gente tenían los ojos muy abiertos esperando el menor indicio.

«Un día, con la primera luz del alba, la ventana de Omid Alí se abrió empujada por el viento. Omid Alí saltó de la cama. Vio a la brisa de la mañana, exhausta y casi sin aliento que le decía: -¿Qué haces ahí parado mientras

la primera golondrina de la primavera ha sido detenida en su marcha? Oye lo que ha ocurrido. Un niño malo ha herido al pájaro en un ala, con su tirador.

«Omid Alí se levantó, empaquetó algunas cosas y se presentó delante de los habitantes del poblado, diciéndoles: —Vayámonos porque si no la golondrina no vendrá, ni tampoco lo hará la primavera.

«Vieron una golondrina que había -caído sobre una roca, exhausta, medio muerta y casi helada. Uno de los viejos del grupo puso hierbas especiales y hojas sobre la delicada ala del ave, justo en el sitio donde una profunda herida se escondía bajo las plumas^

«Durante toda la noche, Omid Alí y sus amigos per-

manecieron junto al fuego cuidando a la golondrina. A la mañana siguiente, su ala herida estaba ya curada y, sintiéndose mejor, extendió sus alas y voló. Dio dos o tres círculos sobre sus cabezas. Todos gritaron: -Golondrina, vete ahora y trae la primavera a nuestro pueblo.

«Cuando Omid Alí y sus compañeros llegaron al pueblo, ya no quedaban rastros del invierno. Todo el mundo se alegró y todo estaba tan fresco y lleno de esplendor como el cielo.

«E1 torrente cantaba. La rosa roja mostraba su hermoso vestido. Los árboles danzaban. Los corderillos pacían en los inmensos prados verdes.

«Los aldeanos habían cambiado sus vestidos y trabajaban en el campo. Todo el mundo estaba ocupado. ¡Era primavera, la estación del trabajo duro! Omid Alí se dijo: —La primavera ha venido y ya estoy preparado. Sacó su rebaño del establo y partió.

«Tomó la flauta de siete agujeros que colgaba de su cuello y empezó.a tocar las melodías de primavera. Detrás de las rocas los tulipanes florecieron lenta y suavemente» como si los verdes campos se fueran encendiendo y cada

tulipán fuera una lámpara.

«A la puesta del sol, cuando llegaron las demás golondrinas, fueron de dos en dos a los tejados de las casas del pueblo para construir sus nidos.»

—Ahora, niños —dijo el anciano Tío Año Nuevo—, espero que no me preguntéis el nombre del niño malo que hirió el ala de la golondrina. Soy demasiado viejo para recordarlo.

Éste fue el final del cuento del Tío Año Nuevo.

Los niños, alegres y contentos, dijeron uno a uno adiós a Tío Año Nuevo y, como las golondrinas, se fueron a casa.

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Carlos M

Muy hermoso relato. El lirismo de la historia y la fantasía acompañada de elementos simbólicos y a lavez poéticos. Lo recuerod y siempre me pareció hermosisimo. Gracias por publicarlo.

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