El gran huésped

por Shankar

Ilustraciones de Pulak Biswas

El domador de elefantes, o mahout, como se le conoce en la India, enseña a los elefantes a obedecer órdenes.

Todo el mundo le llamaba «Raja». No era su nombre auténtico, pero le gustaba mucho que le llamaran así. Vivía con su abuela y su abuelo. Eran sus guardianes. La madre de Raja había muerto cuando él era muy niño. Su padre dejó a Raja con sus abuelos para que le educaran.

El abuelo era un hombre alto y fuerte. Siempre hablaba en voz alta. Conocía a todo el mundo en el pueblo. La gente le respetaba. Acudían a él a pedirle consejo y ayuda.

La abuela era afable y bondadosa. Cuidaba mucho de Raja. Le seguía a su sombra, diciendo: «Bébete esta leche», o «Toma un baño», o «Vete a la cama». A Raja no le gustaba esto, pero lo soportaba porque quería mucho a su abuela.

Raja no tenía amigos con quien jugar en casa. El abuelo no quería que saliera a la calle a jugar con otros chicos. Creía que en la calle sólo se aprenden cosas malas. Y los otros chicos no iban a su casa porque tenían miedo del abuelo.

Pero vivir con sus abuelos no era aburrido. A Raja le gustaba su casa y el inmenso jardín que la rodeaba. Había

allí muchos árboles: cocoteros, mangos y otras muchas clases de árboles. También había pájaros, mariposas y abejas.

Y muchos estanques llenos de peces. Martines pescadores, cigüeñas y otros pájaros acuáticos iban a los lagos a atrapar peces.

En uno de los ángulos del jardín había un bosquecillo donde crecían en libertad árboles, matorrales y enredaderas. Chacales, mangostas, gatos salvajes y lechuzas vivían en el bosquecillo.

El abuelo de Raja poseía muchas vacas, toros y bueyes. Los temerillos jugaban y corrían en el jardín.

Raja solía jugar con los temeros. Le gustaba contemplar los pájaros del jardín. Desde lejos observaba cómo los chacales salían del bosque y corría detrás de las mangostas.

Una vez, los abuelos de Raja tuvieron en casa un huésped especial, un gran huésped. Era Lakshmi, un joven elefante. Pertenecía a un pariente rico. Este pidió a los abuelos de Raja que lo guardaran por unos días. Al abuelo no le gustaba mucho la idea. Costaba caro mantener un elefante, aunque fuera pequeño. Pero no pudo negarse a la petición del pariente.

Raja se emocionó cuando supo que Lakshmi iba a venir. Preguntó cómo debía recibirlo. La abuela le dijo que a los elefantes les gusta mucho el azúcar de caña y debía te-v ner siempre un poco para dárselo a Lakshmi.

Una tarde, llegó Lakshmi con su mahout, Kittu. Todos salieron a recibirle. Era un hermoso elefante joven.

Kittu dijo:

—Es joven. No tiene aún ocho años. Pero es muy inteligente y lo aprende todo. Es muy amable y le gusta jugar con la gente.

Raja llevaba un trozo de caña de azúcar en la mano y quería dárselo a Lakshmi. Pero tenía miedo de acercársele. Cuando Kittu le vio, le llevó muy cerca de Lakshmi, di-ciéndole:

—No tengas miedo. Le gustan mucho los niños.

Raja ofreció el azúcar a Lakshmi y éste lo tomó y se lo comió.

Llegó la noche y ataron a Lakshmi a un árbol en el patio. Raja se sentó un largo rato allá, contemplando al elefante. Le hubiera gustado quedarse más tiempo, pero llegó la abuela y le dijo.

—Raja, vete a la cama. Podrás ver al elefante por la mañana.

Raja se levantó cerca de las seis de la mañana y salió. Lakshmi le vio y movió la trompa para darle la bienvenida. Él seguía teniendo miedo de acercarse al elefante. Lakshmi trató de acercarse a Raja, pero no pudo, porque estaba atado al árbol.

Kittu llegó un poco más tarde. Llevó a Lakshmi al lago para que tomara un baño. Raja nunca había visto a un elefante bañándose. Por esto los siguió. Lakshmi se metió el primero en el agua, solo. Cogió un poco con la trompa y la arrojó después sobre su propio cuerpo.

Después Kittu se acercó y le dijo que se sentara. El elefante llenó otra vez su trompa de agua y miró a Kittu. Kittu dijo: -¡No lo hagas, no lo hagas!

Pero Lakshmi no quiso oírle. Arrojó toda el agua sobre Kittu.

Kittu no se enfadó. Le dijo otra vez a Lakshmi que se sentara. Pero éste no le hizo caso y llenó otra vez la trompa de agua. Kittu le mostró su bastón y le advirtió que no repitiera la fechoría. Esta vez Lakshmi no arrojó el agua sobre él, sino que doblando la trompa, la lanzó hacia atrás, con fuerza. Raja estaba de pie detrás de ellos y el agua cayó sobre él. Fue muy divertido. Todo era un juego.

 

Kittu tiró a Lakshmi de la oreja y le ordenó sentarse. Obedeció. Entonces le raspó con una piedra y lo limpió de arriba abajo.

Al regreso, Kittu dejó que Raja subiera a lomos de Lakshmi. Raja estaba emocionado. Cuando llegaron a casa, el abuelo, la abuela y muchos vecinos estaban esperando fuera de la casa para ver a Raja montado en el elefante.

Kittu le había dicho que a Lakshmi le gustaban los plátanos maduros más que el azúcar. Raja esperaba una oportunidad para dárselos. Tan pronto como el abuelo salió, fue silenciosamente a la despensa y se llevó la mitad de un enorme racimo de plátanos maduros. Los dio a Lakshmi, que los comió con gran deleite.


El abuelo se dio cuenta de que faltaban plátanos. Preguntó a todo el mundo dónde estaban y descubrió que Raja era el culpable.

El abuelo tenía prohibido que nadie tomara nada sin su permiso. Agarró un largo palo y llamó a Raja.

Como Raja sabía que el abuelo quería pegarle, escapó corriendo. Y el abuelo corrió detrás de él.

Lakshmi no estaba atado en el árbol en aquel momento. Vio a Raja que corría y al abuelo detrás de él. Inmediatamente salió en ayuda de Raja. Corrió hacia el abuelo, lanzando un alarido feroz.

El abuelo se asustó mucho. Viró en redondo, corrió a la casa y cerró la puerta con cerrojo. Raja fue a buscar a Lakshmi y le acarició.

Al cabo de un rato, salió el abuelo llevando en la mano la otra mitad del racimo de plátanos. Pidió a Raja que lo tomara y se lo diera al elefante. Raja así lo hizo, y ambos, el abuelo y Lakshmi, fueron felices. Y también lo fue Raja.

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