El caso de la salchicha

Cierto día, cuando doña Ana subía las escaleras, oyó ruido de pisadas al otro lado de la puerta de su casa. Al entrar en la cocina, vio huellas de barro en el suelo… y observó que faltaba una de las salchichas. Ya había dicho a sus hijos que no debían comer nada antes de la hora señalada para ello. Así, llamó a Juan y a Miguel.

—¿ Cuántas veces os he dicho que no comáis antes del almuerzo ? —dijo.

—Yo no comí nada, mamá —contestó Juan.

—Ni yo tampoco —aseguró Miguel.

La madre miró a ambos.

—Entonces, ¿qué hacíais en la cocina?

—Bueno, teníamos un poco de hambre y fuimos a mirar si encontrábamos algo de comer. Pero-salimos corriendo en cuanto oímos que subías las escaleras —dijo Juan.

—iQué raro! —dijo doña Ana-. Entonces, ¿quién cogió la salchicha?

Observó la posición de unas huellas de pies sobre el suelo de la cocina y se dio cuenta de que no se dirigían a la mesa donde estaban las salchichas. Por lo tanto, quien debió de cogerla era alguien, o algo, limpio y que no dejaba huellas de pies.

Doña Ana fue a la salita. Allí estaba “Rufo”, el gato, lamiéndose los bigotes. Entonces, supo la verdad y sonrió.

Pensó que muchos misterios se aclaran gracias a la labor de investigadores que estudian las huellas dejadas por los delincuentes en la escena del delito. Pero también se preguntó cuántas veces estas huellas han demostrado quién, no lo ha hecho.

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