A veces hay tanto ruido que no puedo entender las palabras. Otras veces las personas se encuentran demasiado lejos y sus palabras no llegan hasta mí. Pero hacen señas con los brazos y con las manos y yo entiendo lo que me quieren decir.
En medio del tráfico un guardia urbano levanta la mano para indicar que el tránsito debe detenerse.
En el campo de fútbol el árbitro saca una tarjeta. Ello indica que un jugador es amonestado.
En los conciertos el director levanta la batuta, y ello indica que el concierto va a empezar.
Yo aplaudí muy fuerte cuando vino a nuestra escuela un prestidigitador para entretenernos. Hizo una reverencia. Quería decir “muchas gracias”.
A veces sólo con mirar la cara de las personas ya sé lo que me van a decir.
Anteayer, cuando mis amigos y yo corríamos por el comedor, vi que mi padre dejaba a un lado el periódico. Movió la cabeza y frunció los labios. Yo sabía qué significaba aquello: papá estaba enfadado. Nos pusimos a jugar sin alborotar, y al poco papá sonrió.
Ellos «hablan» con sus manos y miran lo que dicen los demás.
