Yo voy a una clínica

Yo voy a la clínica. Estoy asustada. Me agarro a la mano de mi madre.
Una enfermera me da la mano. Ya me siento mejor.

A veces, cuando estoy muy enfermo, voy a una clínica o al hospital. Me quedo allí unos cuantos días.

Los ruidos de una clínica son muy diferentes de los de una casa. Por ejemplo, el sonido de las ruedas. Los carritos que reparten la comida, las sillas de ruedas y los cubos de la basura van sobre ruedas. Los zapatos de las enfermeras hacen un ruido apagado, mientras que los tacones de las madres que van de visita repican con fuerza. En algún sitio hay una urgencia, y una voz suave llama por el altavoz: “Llamada al Dr. Gutiérrez”. Me gusta mucho el sonido que hacen los platos en la cocina. Quiere decir que se acerca la hora de comer.

Las clínicas también tienen un olor muy diferente al de mi casa. Huelen a jabón, a detergente para limpiar los suelos y a pomada de la que la enfermera me pone en la espalda. Hay veces que huelo a medicina. En ocasiones me llega el aroma de las flores.

Las clínicas siempre deben estar muy limpias. La gente que trabaja en las clínicas también debe ser limpia. Las enfermeras y los médicos se lavan las manos muchas veces al día. Yo también me he de lavar con frecuencia cuando estoy en la clínica.

Me pongo el pijama.
La enfermera anota mi nombre
Más tarde viene a visitarme mi madre y se sienta a mi lado. Hablamos y jugamos.
Al cabo de un rato, se marcha.

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