El cuidado del recién nacido

Casi todos los padres manejan a su primer hijo como si fuera un globo lleno de agua, a punto de estallar. Por regla general estos padres se preocupan por las uñas de su hijo, las manchas de la cabeza y (si el recién nacido es un niño) de circuncidarle el pene.
El ombligo raramente requiere cuidados especiales. Inmediatamente después del nacimiento el doctor ata el cordón umbilical y lo corta a unos centímetros de distancia del cuerpo del niño. El pequeño trozo de cordón que queda unido al bebé se llama “muñón umbilical”. Se seca y aproximadamente al cabo de una semana cae, dejando una herida en el ombligo. En algunos casos puede observarse una gota de sangre en el muñón o alrededor del ombligo. Hay que secarlo con un algodón esterilizado e informar al médico. La zona que rodea el ombligo debe mantenerse limpia y seca. El médico suele recomendar que no se bañe al recién nacido hasta que se caiga el muñón y la herida cicatrice. Se recomienda lavarlo con una esponja. Algunas veces se irrita y alrededor del ombligo la piel presenta un color rojizo. Si esto sucede es que puede haber una infección y es recomendable avisar al médico. El recién nacido se arañará con frecuencia a menos que se le corten las uñas de vez en cuando. En caso de que el niño se agite demasiado, se le pueden cortar las uñas cuando esté durmiendo.
Los espacios blandos del cráneo son zonas en las cuales los huesos no se han soldado todavía. Estas zonas están recubiertas por una membrana muy resistente; lavarle la cabeza no le causará ningún daño mientras no se haga de un modo brusco.
Un día o dos después de la circuncisión, a veces aparecen unas gotas de sangre en el pene. Los primeros días es recomendable aplicarle vaselina o algún aceite suavizante y cubrirlo con una gasa esterilizada. Al cabo de unos días ya se puede lavar el pene con algodón esterilizado y un jabón suave. Es mejor no ponerle alcohol ya que le escocería. El talco también puede irritarle. Si sangra conviene avisar al médico.
El sueño
Durante las primeras semanas el recién nacido normalmente dormirá entre cada toma de alimento, pero al ir creciendo dormirá menos. Al principio duerme menos por las tardes y más adelante durante otras horas del día. Al cabo de un año, como norma general, hará dos siestas, una por la mañana y otra por la tarde.
A la mayoría de los recién nacidos no les molesta ni la luz ni los ruidos, pero si es posible el recién nacido debería tener una habitación para él solo. Cuando el espacio es muy limitado puede dividirse la habitación con un biombo o un tabique. El recién nacido está más cómodo en un lugar reducido, en una cuna, una cama pequeña e incluso en una canasta forrada con un colchon- cillo. Más adelante necesita una cuna con barandilla alta.

Ni el teléfono ni el timbre de la puerta deben apartar a la madre del niño cuando éste está en la bañera.

El baño
No es necesario bañar al recién nacido cada día (tres veces por semana es suficiente) y la hora del baño no debe ser necesariamente la misma. Pero al bañar a un recién nacido es muy importante cuidar de su seguridad. No hay que dejarlo nunca en un lugar alto del que pueda caerse y no hay que dejarlo solo cuando está en el agua. Conviene tener a mano todo lo necesario de modo que para buscar una toalla, un imperdible o una camiseta no haya que dar la espalda al niño.
Las bañeras especiales para recién nacidos son mucho más recomendables porque los padres pueden bañar al niño estando de pie. Esta posición es mucho más segura y confortable que el estar inclinado al borde de una bañera corriente. Sin embargo un barreño colocado sobre una mesa de cocina es más barato y tiene la misma utilidad.
Conviene recubrir la bañera con un pañal o una toalla para evitar que el niño se deslice. No hay que poner mucha agua hasta acostumbrarse a manejar al niño. El agua debería estar, aproximadamente, a la temperatura del cuerpo, es decir, unos 36°C. Al poner en el agua la muñeca o el codo por la parte inferior, un adulto no debería encontrarla ni caliente ni fría. Para sumergir al niño en el agua hay que colocar una mano debajo de su cabeza y la otra debajo de sus nalgas, o cogerle por ambas piernas. El niño queda sentado en el barreño, un poco inclinado hacia atrás. Para sostenerle la cabeza hay que pasarle un brazo por debajo del cuello y la axila. Se le lava primero la cara sin jabón. Luego, con jabón, se le puede lavar la cabeza y el resto del cuerpo. Al terminar se le pone encima de una toalla y se le seca acariciando más que frotando.
Para lavarle la cabeza es conveniente usar un jabón suave y peinarle el cabello con un cepillo blando. Esto evita que se formen costras en su cuero cabelludo. Cuando el recién nacido es una niña, es necesario limpiarle los labios de la vulva, donde se acumula una sustancia grasienta. Cuando es un niño y no está circuncidado el médico sugiere que la madre, al lavarlo, retire la piel de la punta del pene y se asegure de que no queda pegada.

Se dobla el pañal en tres partes. Luego hay que doblar una punta. Los niños mojan la parte delantera y las niñas la trasera.
La punta más gruesa debe colocarse donde sea necesario.
Ahora la madre coge al recién nacido por las piernas y lo levanta. Luego desliza el pañal por debajo de las caderas del niño. Esto facilita la colocación del pañal.
Después dobla la parte anterior sobre la posterior. Es preciso proteger la piel del recién nacido con los dedos al colocar los imperdibles; uno a la derecha y otro a la izquierda.

Los pañales

Durante las primeras semanas se usan de 7 a 10 docenas de pañales en cada una de ellas, especialmente si se emplean para otras finalidades tales como el eructo post tetada.

Una manera sencilla de hacer eructar al recién nacido es apoyarlo en un hombro y golpearle la espalda.

El tipo de pañales que se pueden desechar una vez utilizados, son caros si se utilizan siempre, pero resultan prácticos para los viajes y emergencias. Durante los primeros meses es muy útil tener una buena cantidad de pañales y así no sólo se puede evitar el lavado y secado diario sino que también se asegura su limpieza constante.
Al cambiar los pañales al niño no se deben dejar imperdibles abiertos. Después de quitarlos del pañal hay que cerrarlos inmediatamente. El niño puede cogerlos, metérselos en la boca y tragárselos. Un imperdible cerrado puede pasar fácilmente a través del intestino y salir del cuerpo; en cambio si se lo traga abierto, es probable que se clave.
Cada vez que se cambia al niño es recomendable lavar la zona descubierta con algodón empapado en agua tibia. (No usar alcohol a menos que el médico lo aconseje. El alcohol puede irritar la piel). Esta limpieza es especialmente interesante después de cada defecación. Se recomienda no usar braguitas de plástico o goma durante las primeras semanas porque retienen el calor y la humedad y pueden causar irritación. Si el niño se moja mucho, es aconsejable usar dos pañales, especialmente por la noche.
La alimentación del recién nacido
Tanto si el niño es amamantado como si toma leche de bote, los médicos recomiendan que, durante las primeras semanas, se siga un plan de alimentación regulada. El bebé normalmente toma de 60 a 90 cc en cada tetada. Luego se duerme y despierta unas 3 horas después para la tetada siguiente. Al crecer, la capacidad de su estómago aumenta. A las 8 ó 12 semanas toma de 180 a 210 cc, unas 5 ó 6 veces en 24 horas.
Algunos recién nacidos vomitan parte del alimento unos minutos después de ingerirlo. Muchas veces son tan sólo unas gotas de leche. Si esto sucede más de media hora después de la comida, lo que el niño devuelva probablemente será una sustancia pegajosa y agria que huele así porque los jugos del estómago ya han empezado a cuajar la leche para la digestión. No hay que alarmarse. Normalmente estos niños ya pesan suficiente para su edad y estos pequeños vómitos no son más que las sobras de un estómago lleno.
En algunos casos el niño devuelve el alimento antes de terminar. Su estómago puede estar lleno de aire debido al llanto o a que se le alimenta de una manera poco adecuada. En estos casos es conveniente hacerle eructar antes y durante la toma de alimento. Una vez el niño ha terminado de mamar, la madre debe sentarlo en su regazo, apoyarlo sobre su hombro (conviene que ponga algo debajo de la cabeza del niño para proteger su vestido) y golpearle con suavidad la espalda, hasta que eructe convenientemente. También se le puede poner boca abajo sobre un almohadón durante unos 15 ó 20 minutos después de haber tomado su alimento. Nunca hay que alimentar a un recién nacido dándole el biberón sin sacarlo de la cuna. No solamente pierde encanto el acto de alimentarle, sino que además el niño corre el riesgo de atragantarse.
Destete del niño
El recién nacido debe acostumbrarse gradualmente a dejar el biberón o el pecho. Se le debe dar tiempo. El decidirá cuándo está preparado. Lo único que la madre debe hacer es seguir el ritmo del niño. Cuando tenga 5 ó 6 meses es muy útil darle una taza para que juegue. Luego, un día, hay que echar un poco de leche en la taza. Posteriormente, durante las semanas siguientes el niño conocerá el placer de beber en taza. En cada comida primero hay que ofrecerle la taza y luego el biberón. Al cabo de algún tiempo puede suprimirse el biberón que tome con menos apetito. (Generalmente será el del desayuno o el almuerzo.) Entonces en lugar del biberón hay que darle la taza. Al cabo de una semana, si el niño no se opone, la madre puede suprimir otro biberón y luego, al cabo de otra semana, suprimir el último.
El recién nacido no siempre admite el cambio de buena gana. Cuando le salen los dientes o tiene alguna enfermedad, se puede recurrir de nuevo al biberón. Casi siempre, al cumplir el año el niño ya ha abandonado el biberón; sin embargo, en algunos casos continúa empleándolo. Es consolador advertir que los niños raramente llevan un biberón en la cartera de colegial.
Alimentos sólidos
Muchas madres consideran que poder introducir alimentos sólidos en la dieta de sus hijos es una señal inequívoca de que éstos están creciendo. Ellas creen que el niño dormirá mejor y más horas con una comida sólida en el estómago; pero en algunos casos este nuevo modo de alimentación se empieza demasiado pronto. Si esta

tentativa es prematura puede suceder que la lengua del niño rechace la cuchara y todo salga fuera, con lo cual el niño es hipoalimentado tras vanos esfuerzos por hacerle tragar el alimento. Esto puede ocasionar una frustración al pequeño.

La siguiente tabla puede servir de guía para
los cambios de alimentación.
2- 3 meses
Cereales: Arroz, avena, cebada, trigo, mezcla.
Frutas: Manzana, pera, plátano.
3- 4 meses
Verduras: Zanahorias, calabaza, guisantes,
espinacas, judías.
5-6 meses
Carnes y huevos: Cordero, pollo, buey,
yema de huevo, hígado, ternera.

Entre los 2 ó 3 meses ha llegado el momento de que acepte la alimentación con cuchara. Hay que empezar con pequeñas cantidades de alimento pasado por un colador, un tamiz o una batidora eléctrica. Las dosis pueden ir aumentándose cuando el niño admite estas comidas. Puesto que la leche lleva muy poco hierro conviene empezar con cereales cocidos y enriquecidos con hierro. La harina de arroz (una cucharadita mezclada con la papilla) puede ser un excelente medio. Aunque para una persona adulta el arroz resulte algo insípido, para el niño será una experiencia nueva e importante. El niño vive sumergido en una nueva sensación: en la lengua nota algo consistente. Algunas madres añaden la harina a la leche del biberón, pero esta mezcla le priva de una experiencia agradable e instructiva. Para empezar es conveniente darle harina de arroz porque es muy poco probable que le cause alergia u otra clase de reacciones, tales como diarrea. Al cabo de unos días puede recurrirse a la avena, cebada, trigo y finalmente a una mezcla de todos estos cereales.
Después de cereales se pueden ir introduciendo, paulatinamente, nuevos alimentos en las comidas del niño. De este modo, en caso de que sobrevenga una reacción desfavorable, por ejemplo diarrea o irritación, será posible identificar rápidamente el alimento que la ha provocado.

Cuando el niño comienza a andar, las comidas suelen empezar con la conocida frase “pies para qué os quiero”.

Las comidas más sólidas (preparadas en forma de papilla pero con algunos trocitos de alimento sin triturar) se iniciarán con la salida del primer diente (a los 6 meses o algo más tarde). Algunos niños prefieren pasar directamente al puré de patatas, queso, huevos, hamburguesas y otros alimentos de este tipo. A la mayoría de los niños les gustan las tostadas y las pastas. Cuando cumplen un año, a casi todos les agrada chupar y mordisquear un hueso de pollo o una costilla de cordero.
El horario de las comidas
Después de cumplir un año, los niños comen menos aunque su actividad es mayor. Las madres que se quejan de que su hijo no come se sorprenderán al ver que el niño sigue ganando peso. A esta edad empieza a declinar la enorme capacidad de crecimiento que tiene el niño durante el primer año de su vida y puesto que su capacidad de movimiento aumenta, tiene menos tiempo para comer. A menudo se necesita mucho ingenio para impedir que las comidas se transformen en una suerte de juego de caza o en un campo de batalla.
Cuando el niño cumple un año debería comer 3 veces al día y aprender lo que significa la hora de comer. Es interesante que coma poco más o menos al mismo tiempo que el resto de la familia. Para evitar complicaciones es mejor darle antes la parte principal de su comida y servirle el postre junto con toda la familia. Hay que darle sólo pequeñas raciones que él pueda terminar y si tiene más hambre repetir con un poco más. Este método evita la situación en que se encuentra el niño cuando le presentan un plato demasiado lleno: se ve impulsado bien a someterse y comer hasta que no puede más, o bien a rebelarse y no comer nada.
Es importante animar al niño a que coma por sí solo y darle trocitos pequeños que pueda manejar fácilmente. No hay que confiar en que el niño se entusiasme con el tenedor y la cuchara. Seguramente se ensuciará él y todo lo que toque. Sin embargo hay que ponerle ciertos límites. Por ejemplo, no permitirle que eche comida a su alrededor y si no se termina lo que hay en el plato no se dejará comida a su alcance por si tiene hambre. Esto sólo servirá para hacer que la próxima comida sea otro problema y para que el niño se acostumbre a comer cuando no debiera hacerlo.
Algunas veces empieza a beber leche y más leche, abandonando otros alimentos como la carne y las verduras. Esto puede ocurrir después de una enfermedad durante la cual se ha acostum18
brado a beber sólo leche, o también cuando le salen los dientes. Pero a menudo ocurre tan sólo porque para el niño el acto de comer representa muchas veces una lucha. La madre en este caso acude a la fácil solución de un biberón de leche pensando que así su hijo ya toma las calorías que necesita. Pero a la leche le falta hierro y si esta “fácil solución” continúa durante semanas el niño puede llegar a sufrir una seria falta de hierro que le producirá anemia.

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