La madre que trabaja

Algunas madres que trabajan lo hacen porque no tienen otro remedio. Quizás sean viudas, o estén divorciadas o separadas; quizás sus maridos no ganen bastante dinero para que toda la familia viva o estén enfermos y no puedan trabajar. Estas madres, pues, son parcial o totalmente responsables del mantenimiento de la familia. Hay algunas que trabajan para pagar el colegio de su hijo, para solucionar una momentánea crisis económica de la familia o para poder adquirir útiles especiales.
Otras madres trabajan fuera de su casa porque se aburren y se sienten infelices al estar completamente sumergidas en las labores del hogar y el cuidado de los hijos. Un trabajo les proporciona contactos sociales, cambios y satisfacción personal. Otras, especialmente aquellas cuyos hijos ya están en el colegio, trabajan porque los hijos ya no absorben todo su tiempo y energía. Estas madres están convencidas de que pueden contribuir más al bienestar de la familia y a su realización personal si salen a trabajar.
Pero tanto si trabajan fuera porque quieren como si lo hacen por necesidad, estas madres se enfrentan con ciertos problemas y el más agobiante es solucionar el cuidado de sus hijos. Esto es todavía más cierto cuando el niño no va a la escuela.
Para la madre que quiere trabajar, pero no lo necesita realmente, el problema del cuidado de su hijo es fácil de solucionar. Si no logra hallar un medio apropiado debe quedarse en casa. De todos modos conviene que estas madres se planteen ciertas preguntas antes de empezar a trabajar,
incluso cuando han solucionado el problema del cuidado del niño.
■ ¡Cómo afectará al niño la ausencia de la madre ?
■ ¿Lo aprueba su marido?
■ i Considera ella que tiene la energía y la capacidad para cumplir su doble función de madre y empleada?
■ ¿Si descuenta de su salario el coste del cuidado del niño, el transporte, comidas fuera de casa e impuestos, quedarán ganacias suficientes para que el trabajo valga la pena, económicamente?

Cómo arreglar el cuidado del niño
Durante los primeros años de la vida del niño es mejor que esté al cuidado de un familiar, un amigo o un vecino. El recién nacido necesita estar seguro de que a su lado hay una persona que le quiere y le cuida. Necesita ver la misma cara familiar, día tras día, prestándole la atención que él quiere y necesita.
Mientras tiene una niñera, la madre debería contar siempre con dos o tres sustitutas, para el caso de que la niñera se ponga enferma o, por cualquier razón, no pueda acudir a cumplir su trabajo. Cuando una madre va a trabajar, el niño no sufrirá ningún daño emocional si sabe encontrar una madre sustituía que cuide de él de una forma que sea lo más amorosa y consciente posible. Cuando el niño tiene dos o tres años de edad, normalmente ya se halla lo bastante seguro y es lo suficiente independiente como para que puedan dejarlo en una guardería infantil o en un jardín de infancia donde empezará a entablar relaciones con otros niños.
La madre que trabaja debería escoger una guardería infantil que tenga expertos profesores al cuidado de clases reducidas. Los niños en edad preescolar necesitan algo más que los simples servicios de una niñera. Precisan un tipo de cuidados que les ayude a desarrollarse emocional, física, intelectual y socialmente.

Una buena guardería infantil o un jardín de infancia pueden llenar las necesidades de un niño de edad preescolar.


Cuando no existen organismos de este tipo, las madres organizan guarderías cooperativas o se ayudan entre sí intercambiando los servicios de las niñeras. Algunas empresas han establecido guarderías infantiles para los hijos de sus empleados.
Incluso cuando una madre que trabaja tiene un hijo en edad escolar —si el niño es menor de catorce años— debería dejarlo todo dispuesto para que alguien le supervisara durante las horas postescolares en las que ella todavía trabaja. El niño no debe quedarse solo durante estas horas, ya que es posible que se sienta angustiado y si esta angustia se prolonga puede llegar a afectarlo emocionalmente. Si es posible, la madre debiera dejarlo todo arreglado para que el niño se quede con un amigo, un vecino o cualquier tamiliar, al menos durante cierta parte del tiempo en que ella todavía está trabajando. También es posible implicar al niño en alguna actividad extraescolar, pero si no se halla muy interesado es conveniente no forzarlo a ello, con el objeto de que esté ocupado.
Los adolescentes son capaces generalmente de cuidar de sí mismos, pero es una buena idea que la madre que trabaja imponga unas reglas y se asegure que el niño las cumple. Los adolescentes también pueden efectuar trabajos del hogar, pero nunca deberían ser sobrecargados con excesivas responsabilidades.

Instrucciones
La madre que trabaja debería estar segura de •que la niñera o el maestro del niño tiene una lista de nombres y teléfonos para llamar en caso de urgencia. Esta lista debería contener la siguiente información:
■ Dónde trabaja la madre.
■ Dónde trabaja el padre.
■ El amigo, pariente o vecino más cercano.
■ El médico de la familia y su sustituto en caso de que el primero no esté en casa.
La madre tiene que informar a la niñera o al maestro de cualquier problema, costumbre o defectos físicos que el niño pueda tener. Si no es posible que el niño esté vigilado por alguien al salir de la escuela es conveniente que la madre le Indique que la llame por teléfono en seguida que llegue a la casa. (Para otras instrucciones especiales a la niñera véase La elección de una niñera).

De qué modo el trabajo de una madre afecta al niño
Las madres que trabajan son a menudo advertidas de que su ausencia puede perjudicar a los hijos. Este tipo de advertencia hace que muchas de ellas se sientan culpables acerca de su doble función de madres y trabajadoras. Mientras el niño esté bien cuidado y la madre pueda saber lo que éste hace cuanto se halle trabajando, no perjudica el desarrollo moral y emocional del niño.
Sin embargo la situación puede tener sus efectos negativos. Estos se deben principalmente a los sentimientos de la madre hacia el trabajo y no al hecho de que lo haga. Una madre que disfrute en su trabajo, por ejemplo, pero se sienta culpable del tiempo que pasa lejos de su hijo, tratará quizás de esconder sus sentimientos de placer y culpa por medio de una excesiva tolerancia con su hijo. En este caso le concederá poca o ninguna responsabilidad en las tareas domésticas y le recompensará con dinero y regalos cuando el niño haga lo que debería hacer si ella no trabajara. Quizás disculpe el mal comportamiento que antes no habría perdonado y tal indulgencia puede dificultar el normal desarrollo emocional del niño.
Por otro lado una madre que se resiente de tener que trabajar, puede también sentirse pesarosa por la responsabilidad de cuidar el hogar y el niño. Quizás sobrecargue al niño con trabajos y le recompense menos de lo que él merece. Al final de la jornada laboral se sentirá demasiado cansada para poder demostrar a su hijo el amor y el afecto que éste necesita y es probable que incluso lo descuide. Negligencia, falta de atención y esperar que un niño trabaje con o sin la recompensa adecuada, son actitudes que también pueden perjudicar el desarrollo emocional del niño.
Entre estos dos extremos existe un término medio que las madres que trabajan pueden lograr siguiendo algunas normas básicas.
■ No importa lo cansada que esté, al final del día una madre siempre debiera encontrar un momento para escuchar a su hijo las cosas que ha hecho durante el día.
■ La familia debería cenar reunida siempre que sea posible.
■ La familia debería pasar las vacaciones sin separarse.
■ Siempre que sea posible, la madre debe dejar su trabajo para asistir a las actividades escolares a las que los padres son invitados.
■ La madre debería enseñar al hijo a aceptar la responsabilidad de sus actos.
■ La madre ha de establecer las normas de conducta para su hijo y comprobar que las cumpla.
■ La madre debe instruir al niño acerca de los trabajos del hogar que ha de realizar, procurando siempre que estén de acuerdo con su edad y capacidad.
■ La madre enseñará al hijo a confiar en sus propias posibilidades.
■ La madre debe recordar siempre que la calidad de la relación que mantenga con su hijo es más importante que la cantidad de tiempo que pasa con él.

El papel del marido
La mayoría de los maridos no ponen objeciones a que su mujer trabaje, siempre que se pueda conseguir que el hogar funcione sin problemas y que los niños estén bien cuidados durante la ausencia de la madre. Muchas mujeres que deciden trabajar cuando sus niños ya van a la escuela dicen que su marido y sus hijos se sienten deseosos de ayudarla en las tareas del hogar. Y, normalmente, el marido y los hijos están orgullosos de la nueva función de ella, especialmente cuando demuestra ser capaz de trabajar fuera de la casa y de cumplir a la vez con sus responsabilidades familiares.
Si una mujer empieza a trabajar sin el permiso de su marido se arriesga a que su trabajo se tome como una excusa para cualquier cosa que vaya mal en la casa, mientras ella está lejos.

Trabajar o no trabajar
En el caso de tener que elegir el ir a trabajar la decisión final debe darla la madre. Sin lugar a dudas la familia se verá afectada por su trabajo, pero el efecto no tiene que ser necesariamente negativo. Algunas mujeres excepcionales deben tener la oportunidad de demostrar sus cualidades por medio del trabajo o si no se convierten en madres ineficientes. No obstante, ninguna mujer debiera dejarse convencer por la sugerencia de que si se contenta con aceptar su papel de madre y esposa únicamente, nunca se realizará plenamente.
Si una mujer tiene la aprobación de su marido, si el hogar y la familia están bien atendidos y si tiene la energía suficiente para mantener el equilibrio entre su función de ama de casa y de trabajadora, entonces no existe ninguna razón para que no trabaje fuera de casa. Además debe tener en cuenta que su decisión de trabajar no la compromete para toda la vida. Si su nueva situación exige demasiado de ella, si decide volver a trabajar o si solamente siente que estaría mejor en el hogar, es libre de cambiar cuando le convenga.

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