¡Fuego!

Los guardas forestales están preocupados. Hace mucho calor y no ha llovido en mucho tiempo. Saben que el bosque está tan seco como el serrín. Bastaría una sola chispa para que el bosque se convirtiera en un rugiente y furioso mar de fuego.

Desde su elevada torre de control, los guardas distinguen una delgada espiral de humo. ¡Fuego! ¡Hay fuego en el bosque!

Lanzan una rápida llamada de socorro. Los bomberos se dirigen hacia el incendio con sus coches. Trabajando lo más rápidamente posible, luchan contra las llamas mediante chorros de agua y paladas de tierra. Cortan árboles y hacen hoyos en el suelo para que el fuego no se extienda.

En el cielo, algunos aviones vuelan sobre el fuego y lanzan encima de él agua y productos químicos. De otros aviones saltarán hombres con paracaídas. Aterrizarán en los lugares que los hombres que se mueven en la tierra difícilmente alcanzarían. Es un trabajo peligroso. Al cabo de varias horas, o tal vez de varios días, el fuego se apagará. Habrán salvado parte del bosque.


Un bosque tarda mucho en crecer, pero en un instante se convierte en cenizas.

SÉNECA

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